jueves, 30 de agosto de 2012
Gastón Mena: “Me entregaron los restos de mi papá en 2010, yo no quería saber mucho dónde estuvo ni nada, yo lo que quería era tenerlo conmigo”
Foto: Gastón Mena, a la salida del TOF N° 1 de San Martín, con la foto de sus padres Marta y Francisco.
El testimonio más duro de la audiencia de hoy en este juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo fue el de Gastón Mena, hijo de Marta Álvarez y Francisco Mena. Gastón, quien busca a un hermano nacido durante el cautiverio de su mamá, conmovió al público con el relato de su historia de vida, cuyo recuerdo arranca a partir de los seis años, en José C. Paz, bajo la tutela de su tía Lidia Esther Mena y su pareja, Oscar Álvarez. Hasta los once años, Gastón pensaba que ellos eran sus padres, pero las diferencias y los maltratos lo hacían dudar.
“En un campeonato Evita en el que participé, una persona mayor se me acercó y me dijo: ´Si tu papá estuviera vivo, estaría orgulloso de vos´. Después de esto Lidia y Oscar me tuvieron que contar que ellos eran mis tíos y que los que yo creía mis hermanos eran mis primos, y ahí me cayó toda la angustia encima. No me dijeron más nada, ´lo único que te voy a decir es que tus papás son desaparecidos´, me dijo Lidia”.
“Llegó el Mundial 86, Argentina dejó afuera a Inglaterra, todo el pueblo salió a festejar y yo llegué tarde y cuando llegué recibí una paliza de Oscar y me fui de esa casa. De los once a los diecisiete años viví en la calle. Tuve la suerte de que una persona me dio amor y contención, me puso una maestra particular para terminar el colegio, y cuando yo tenía dieciocho años me preguntó por mí y le dije que era hijo de desaparecidos. Entonces ella me cuenta de la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, y empezamos a ir a la Secretaría de Derechos Humanos, había gente que sabía de mí y que yo no sabía de ellos, y empecé a armar el rompecabezas. En ese momento recibí una foto de mis padres con un bebé y ahí ví los rostros de mis viejos por primera vez, y el bebé era yo”.
“Me encontré después con mi abuelo materno y el me contó que mis padres habían sido secuestrados en Avenida San Martín y General Paz y que mi mamá estaba embarazada, y yo le preguntaba ‘¿cómo sabés vos?´, y él me contestaba ´es esto lo que te puedo decir´. Al tiempo conocí una tía, Celeste, que el marido era desaparecido, y ella me contó que mis padres fueron secuestrados de la casa de mi abuelo y que a mí me habían escondido atrás de un ropero y que mi mamá estaba embarazada. También tuve la oportunidad, más tarde, de estar en Entre Ríos con una hermana de mi abuela, ya fallecida, y ella me dijo que mis padres habían sido llevados de Ruta 197 y Panamericana… Había distintas versiones, no me cerraba, yo me quedé yo con la de General Paz y San Martín, pero recién el jueves pasado me enteré que fueron secuestrados de una casa con otros compañeros, supongo que esta es una nueva etapa del armado del rompecabezas…”.
“Me entregaron los restos de mi papá en 2010, sé que estaban en el Cementerio de Avellaneda, pero yo no quería saber mucho dónde estuvo ni nada, yo lo que quería era tenerlo conmigo”. “Que se haga justicia”, fue el deseo que expresó Gastón al concluir su testimonio.
La audiencia continuó con el testimonio de Patricia Bernardi, miembro fundadora del EAAF, y de una vecina de la casa en la que se realizó el operativo. Después de un cuarto intermedio establecido por los jueces, la ronda de testimonios siguió con las declaraciones de la Abuela Rosa Báez -madre de la embarazada María Eva Duarte- y de Walter Duarte, el hijo de Rosa.
Horacio Tiseira: “Esto no se puede superar porque es algo que no se termina de comprender”
Foto: Horacio junto a su hermano Leopoldo, en la puerta del TOF N° 1 de San Martín, a poco de haber dado testimonio en la causa.
Horacio Tiseira tenía un año cuando el grupo de tareas irrumpíó en su casa y se llevó a su padre y al resto de los compañeros que se hallaban en ese momento en la vivienda. Un año y medio menor que Leopoldo, Horacio dio crédito al relato de su hermano, de su madre y de su tío -que declararon antes que él- y compartió con el auditorio algunas reflexiones y vivencias acerca de los efectos que generó la desaparición de su padre.
“Fue muy difícil. En lo personal, me costó cuando fui padre, y me tocó ser padre muy joven, y si bien no existe un manual para ser padre, en ese momento sentía que había cosas que no entendía, muchas preguntas que le hubiera hecho a mi papá y que no le pude hacer… Y había más cosas que no entendía, por ejemplo, por qué mi mamá cocinaba pollo al horno para nosotros y además para una persona que estaba en la calle durmiendo. Después me di cuenta que hacía esto por la necesidad de que algún día aparezca mi papá, de que él sea una de estas personas de la calle, me di cuenta de la esperanza que tenía de volver a verlo”.
“En otro momento, cuando mi hijo tenía 16 años, mi mamá lo llevó a un lugar y le dijo: ´Acá, en este cajón, tengo todos los cuadernos de la escuela de tu papá (por mí), yo los tenía guardados por si un día tu abuelo aparecía”.
Horacio concluyó formulándose dos preguntas en voz alta que le han venido resonando a lo largo de estos años: “¿Se puede ser fuerte ante esta situación? Sí, se puede, para seguir luchando. ¿Pero se puede superar? No, no se puede, porque es algo que no se termina de comprender”.
Leopoldo Tiseira: “Lo que vivimos dejó marcas invisibles que difícilmente se puedan reparar”
Leopoldo, el hijo mayor de Sonia Toloza
y Francisco Tiseira, contó que al momento del secuestro él tenía dos años. “A
esa edad una criatura no recuerda qué pasa, pero yo estaba presente ese día a
las once y media de la mañana cuando se realizó el operativo. Me siento un
privilegiado porque a diferencia de muchas otras familias, nosotros tuvimos la
suerte de reconstruir casi todo lo que había pasado, desde que llegó la patota,
el paso por Campo de Mayo, y gracias al trabajo del Equipo Argentino de
Antropología Forense, el destino de los cuerpos”.
La reconstrucción de los hechos fue posible en buena medida por la fuga de uno de nuestros tíos, Julio Visuara, a una semana del operativo. Él narró el secuestro detalladamente y estos detalles avalan que estuveron en Campo de Mayo. “Mi papá, desde la ventanita de la celda, alcanzó a ver el colectivo 176, las vías, y dijo: ´Esta es la ruta 8, estamos en Campo de Mayo’. Y esto nos lo cuenta más tarde Julio Visuara”.
Según Leopoldo, esta denuncia también apareció en un cable de la agencia clandestina Ancla y fue publicada en 1985 en un libro del periodista Horacio Verbitsky en que compiló las informaciones difundidas por Ancla.
“Mi mamá nos rescató al día siguiente del operativo”, puntualizó Leopoldo, quien añadió que los militares volvieron a la casa a posteriori de la fuga de su tío. “Marta Álvarez”, afirmó, “estaba embarazada casi a término, era muy notorio su embarazo, y mi mamá se acordaba que se atendía en el Hospital Larcade de San Miguel”.
“Marta Álvarez también estuvo en Campo de Mayo y buscamos a su hijo o hija que sabemos que nació. A los restos de mi papá se llegó buscando otros cuerpos y esto nos dejó una gran marca. Hasta hoy tuvimos que recorrer una gran cantidad de instancias de búsqueda de justicia. Recuerdo haber participado de muchas manifestaciones, del apoyo de los organismos de derechos humanos y de habernos vinculado con otros familiares, esto fue fundamental para contenernos y darnos ánimo”.
“A los 20 años formé parte de la fundación de la organización Hijos, desde donde pudimos aportar lo nuestro para que se anularan las leyes de impunidad, y hoy integro un colectivo de hijos de desaparecidos, Colectivo de Hijos. Todo lo que fuimos pasando dejó marcas invisibles que difícilmente se puedan reparar, nosotros también fuimos víctimas, y como tales sufrimos muchas consecuencias que no fueron evaluadas, que no se ven, por eso necesitamos que el Estado genere mecanismos de reparación y de justicia”.
La reconstrucción de los hechos fue posible en buena medida por la fuga de uno de nuestros tíos, Julio Visuara, a una semana del operativo. Él narró el secuestro detalladamente y estos detalles avalan que estuveron en Campo de Mayo. “Mi papá, desde la ventanita de la celda, alcanzó a ver el colectivo 176, las vías, y dijo: ´Esta es la ruta 8, estamos en Campo de Mayo’. Y esto nos lo cuenta más tarde Julio Visuara”.
Según Leopoldo, esta denuncia también apareció en un cable de la agencia clandestina Ancla y fue publicada en 1985 en un libro del periodista Horacio Verbitsky en que compiló las informaciones difundidas por Ancla.
“Mi mamá nos rescató al día siguiente del operativo”, puntualizó Leopoldo, quien añadió que los militares volvieron a la casa a posteriori de la fuga de su tío. “Marta Álvarez”, afirmó, “estaba embarazada casi a término, era muy notorio su embarazo, y mi mamá se acordaba que se atendía en el Hospital Larcade de San Miguel”.
“Marta Álvarez también estuvo en Campo de Mayo y buscamos a su hijo o hija que sabemos que nació. A los restos de mi papá se llegó buscando otros cuerpos y esto nos dejó una gran marca. Hasta hoy tuvimos que recorrer una gran cantidad de instancias de búsqueda de justicia. Recuerdo haber participado de muchas manifestaciones, del apoyo de los organismos de derechos humanos y de habernos vinculado con otros familiares, esto fue fundamental para contenernos y darnos ánimo”.
“A los 20 años formé parte de la fundación de la organización Hijos, desde donde pudimos aportar lo nuestro para que se anularan las leyes de impunidad, y hoy integro un colectivo de hijos de desaparecidos, Colectivo de Hijos. Todo lo que fuimos pasando dejó marcas invisibles que difícilmente se puedan reparar, nosotros también fuimos víctimas, y como tales sufrimos muchas consecuencias que no fueron evaluadas, que no se ven, por eso necesitamos que el Estado genere mecanismos de reparación y de justicia”.
El drama de una familia víctima del terrorismo de Estado
El primer testimonio de la jornada
de hoy fue de Sonia Toloza, cuyo marido, Francisco Enrique Tiseira, fue
secuestrado en el mismo operativo en el que se llevaron a Julio Visuara y a su
mujer Norma Argentina Benavidez; a Marta Graciela Álvarez (embarazada de entre siete
y medio y nueve meses al momento del secuestro) y a su esposo Hugo Francisco
Mena.
Sonia reconstruyó en detalle cómo se sucedieron los hechos desde ese momento hasta hoy. Su llegada a la casa y el encuentro con los cinco chicos –sus dos hijos entre ellos, Leopoldo y Horacio–, cómo se encargó de contactar y reunirlos con sus familias, la fuga de Julio Visuara de Campo de Mayo, los hábeas corpus, las marchas en las que participó pidiendo justicia, las múltiples dificultades que padeció desde entonces y el reconocimiento de los restos de su compañero, hallado en una fosa común en el Cementerio de Avellaneda juntos a otros cuerpos NN.
Al relato de Sonia siguió el de su hermano, Eduardo Toloza, quien precisó el breve encuentro con Julio Visuara, ocurrido en Villa Ballester. “A dos o tres días de haberse escapado habló conmigo y con mi madre unas palabras, y después se retiró y nunca más lo vimos. Era socio de mi cuñado en una gomería, él había sido detenido también en la casa de mi hermana y mi cuñado. Visuara no me hizo mención a este hecho, me preguntó por Sonia y nada más, estaba muy asustado”.
Sonia reconstruyó en detalle cómo se sucedieron los hechos desde ese momento hasta hoy. Su llegada a la casa y el encuentro con los cinco chicos –sus dos hijos entre ellos, Leopoldo y Horacio–, cómo se encargó de contactar y reunirlos con sus familias, la fuga de Julio Visuara de Campo de Mayo, los hábeas corpus, las marchas en las que participó pidiendo justicia, las múltiples dificultades que padeció desde entonces y el reconocimiento de los restos de su compañero, hallado en una fosa común en el Cementerio de Avellaneda juntos a otros cuerpos NN.
Al relato de Sonia siguió el de su hermano, Eduardo Toloza, quien precisó el breve encuentro con Julio Visuara, ocurrido en Villa Ballester. “A dos o tres días de haberse escapado habló conmigo y con mi madre unas palabras, y después se retiró y nunca más lo vimos. Era socio de mi cuñado en una gomería, él había sido detenido también en la casa de mi hermana y mi cuñado. Visuara no me hizo mención a este hecho, me preguntó por Sonia y nada más, estaba muy asustado”.
miércoles, 29 de agosto de 2012
Continúan las audiencias en el juicio por Campo de Mayo, con el testimonio de una Abuela y un hermano que busca
(Comunicado de prensa)
Abuelas de Plaza de Mayo informa que el jueves
el 30 de agosto, desde las 9.30, se retomarán las audiencias públicas en el
nuevo juicio por Campo de Mayo, por veinte víctimas, entre ellas siete
embarazadas. La Abuela
Rosa Báez -madre de la embarazada María Eva Duarte- y el
nieto Gastón Mena -quien busca a su hermano o hermana nacido en cautiverio-
serán algunos de los que brinden testimonio durante esa jornada.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número
1 de San Martín juzga a los represores Santiago Omar Riveros, Reynaldo Benito
Bignone, Luis Sadí Pepa, Eugenio Guarañabens Perelló, Julio San Román, Hugo
Miguel Castagno Monge, Carlos Eduardo José Somoza, Carlos del Señor Garzón y
María Francisca Morillo, estos últimos por la apropiación de la nieta
restituida Catalina de Sanctis Ovando.
En esta jornada comenzará la ronda de
testimonios por la desaparición de Francisco Enrique Tiseira, Julio Visuara,
Norma Argentina Benavidez; Marta Graciela Álvarez (embarazada de entre 7 y 9
meses al momento del secuestro) y Hugo Francisco Mena; María Eva Duarte, quien
dio a luz a un niño entre abril y mayo de 1978, y su pareja Samuel Alberto
Aranda.
Este jueves se prevé que declaren: Sonia
Toloza, mujer de Tiseira; Leopoldo y Horacio Tiseira, hijos de Sonia y
Francisco; Eduardo Toloza, hermano de Sonia; Gastón Mena, hijo Marta Álvarez y
Hugo Mena; Patricia Bernardi, perito del Equipo Argentino de Antropología
Forense; la Abuela Rosa
Báez, madre de la embarazada María Eva Duarte; y Walter Duarte, hijo de Rosa.
Las audiencias se desarrollarán en Pueyrredón
3728, partido de San Martín. Los mayores de 18 años pueden ingresar a la sala
con DNI.
En el blog
nuevojuicioporcampodemayo.blogspot.com se puede seguir el cronograma de
audiencias y encontrar información sobre este nuevo proceso que busca Verdad y
Justicia para nuestros hijos e hijas desaparecidos por el terrorismo de Estado.
lunes, 27 de agosto de 2012
“Conocer la verdad es clave”
Ramiro Menna, hijo de los desaparecidos Ana María Lanzilloto y Domingo Menna, se hizo cura
entre los salesianos, viajó a Etiopía, dejó la congregación y se casó. Hoy vive
en La Rioja e
integra el Frente Riojano de Organizaciones Populares. Busca un hermano o
hermana y espera que el juicio sobre Campo de Mayo, que acaba de empezar, lo
ayude a encontrarlo
(Fuente: Alejandra Dandan - Página/12)
Ramiro
Menna está convencido de que existe “un mar de coincidencias” entre el “credo”
de sus padres en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el suyo,
dentro de la izquierda de la Iglesia Católica latinoamericana. Tenía dos años
cuando sus padres, Ana María Lanzillotto y “el Gringo” Domingo Menna, y él
fueron secuestrados el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli, en la caída de la
conducción del PRT. Ana María estaba embarazada. Ramiro –que busca a un hermano
o hermana– se hizo cura entre los salesianos. Alguna vez pidió viajar a Africa,
porque irse más lejos le permitía estar más cerca de sí mismo. Dejó la congregación
para irse a un lugar un tanto menos lejos, en los Llanos de La Rioja , un territorio
legendario de la pastoral del obispo Enrique Angelelli, desde donde integra el
Frente Riojano de Organizaciones Populares (FROP). “Por mi formación católica,
al principio me parecía que por un lado mis papás habían hecho lo que creían
por el bien de la gente. Y, por otro, que estaban equivocados. Con el tiempo
fui indagando más y formándome políticamente: comprendí mucho mejor lo que
significó la lucha del Partido Revolucionario de los Trabajadores en Argentina.
Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi
viejo y mi vieja durante los setenta.”
La
historia de Ramiro vincula en el presente dos escenarios. El juicio que acaba
de empezar en San Martín, con sus padres entre las víctimas. Y La Rioja de Angelelli, donde
también se está haciendo un juicio por la desaparición de dos sacerdotes
durante la última dictadura.
–¿Como
se pasa del presente intenso en Chepes a julio de 1976?
–El
juicio sobre Campo de Mayo tiene una dimensión muy esperada por todos nosotros
como familia, por la cuestión de que quizá, uno no sabe, puede aparecer algún
indicio, algo que nos ayude a encontrar a mi hermana o hermano. Desde el
presente, esa es la ligazón más fuerte. Uno lo espera con ansiedad. Además,
está la visión política de la justicia en tanto que permite conocer la verdad
histórica de lo que pasó en Campo de Mayo con estas personas en particular,
pero alimentando la pintura total de la dictadura en nuestra Argentina. Eso
ayuda a entender lo que es una sociedad desigual como la latinoamericana, con
una elite dominante que recurre a las herramientas que tenga a mano para
mantener su situación de privilegio. En los ’70, tuvieron la posibilidad de instalar
una dictadura que protegía sus intereses, hoy no la tienen pero no es que no la
deseen. Los juicios van desnudando esto: hasta qué punto pueden llegar...
–¿Qué
pasó con vos?
–Cuando
mamá desaparece, el 19 de julio de 1976, yo tenía dos años y ella estaba
embarazada de unos ocho meses. Desaparece con esa panza y hay distintas
versiones del circuito que siguió. Probablemente terminó en Campo de Mayo, no
se sabe si pasó por el Vesubio. Patricia Erb, que estaba en Campo de Mayo,
atestigua que mamá dio a luz. No se sabe si varón o mujer, pero dio a luz,
porque entre las compañeras presas corrió la voz: “La mujer del Gringo dio a
luz”, decían.
–¿Cómo
te sacan a vos?
–Un
tío mío, Cholo (Carlos Mario Lanzillotto), abogado, viviendo en La Rioja empieza a averiguar
dónde podía estar su hermana el marido de su hermana y yo. O sea mamá, papá y
yo. El tío Cholo estudió en Córdoba y creo que un amigo de ahí le dio el dato
de alguien de la Justicia
de la provincia de Buenos Aires. Ese hombre le cuenta: “Mirá, de tu hermana y
el marido, olvidate, olvidate porque nadie te va a decir nada, ni dónde están,
ni nada”, pero le pasó el dato de dónde estaba yo. Tenía que ir a buscarme a un
juzgado federal o una guardería policial, creo que en San Martín.
–Si
es ahí, puede ser el mismo lugar donde dejaron a Victoria Montenegro.
–Yo
estuve desde el 19 de julio hasta el 8 o 10 de agosto. En el medio, fijate vos,
desaparecen los curas de Chamical, lo asesinan a Wenceslao Pedernera el 25 de
julio y a monseñor Angelelli el 4 de agosto. El 8, mi tío se entera, viaja a
Buenos Aires, también viaja mi tía Quela, una hermana de mi mamá a quien mi
mamá le había dicho: “Mirá, si me llega a pasar algo a mí, por favor hacete
cargo de Ramiro”. Quela (Nidia Lanzillotto) hizo las gestiones con el tío Cholo
para sacarme de la guardería. Hasta ahí estamos, pero de mamá, de papá y del
bebé de mamá, nada.
–¿Y
vos?
–Pasan
los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me
crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un
psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de
guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar
nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño.
Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién
llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me
despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá.
Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a
dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque
le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me
provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque
yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer
preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me
digan la verdad.
–¿Cómo
fue con eso?
–Fue
como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que
no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más
o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación
católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que
habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían
equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien
no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica
latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que
significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de
izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se
equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen
de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los
setenta.
A Etiopía
En
Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro
recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más
pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los
docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos
desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del
movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había
grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los
de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media
entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los
shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura
salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces
se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa,
mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación
porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían
ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi
mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en
Chepes, un pueblo en el interior de La
Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre,
compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.
Ahora
es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en
Ulapes, a 60
kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone
parte del empeño en AecheLar, la
Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como
cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y
a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él.
La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El
Monte. La Tusca
es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión
sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar
efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones.
La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción
genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia
mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos
que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar
poder real en el escenario político de la provincia.
–Tu
vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?
–Puede
ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo
funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso
social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el
compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica
latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia
comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en
mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se
rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy
distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en
nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo
me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por
decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada
según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo
Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe.
Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es
capitalismo.
–¿En
estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?
–En el
marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba
embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18
o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los
salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio
Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de
Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que
después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi
a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en
un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de
sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final
no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco).
Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que
tampoco era.
–¿Se
lo espera ahora o se lo busca?
–Yo
voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no
puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o
quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede
repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale
por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí
abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36,
si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el
hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus
viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o
hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero
más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y
hacer feliz a otro.
Comenzó un juicio por secuestros y nacimientos en cautiverio en Campo de Mayo
El Tribunal Oral Federal 1 de San Martín inició el sexto proceso por crímenes de lesa humanidad, entre ellos el secuestro y desaparición de 7 embarazadas que dieron a luz en una maternidad clandestina y la apropiación de una nieta hoy restituida.
(Fuente: Télam)
Los imputados en el
debate oral y público son diez, de los cuales tres, el ex dictador Reynaldo
Bignone y los represores Santiago Riveros y Eugenio Guañabens Perelló,
estuvieron presentes por estar acusados en la primera causa que se ventila a
partir de este jueves.
El Tribunal integrado
por los jueces Héctor Sagretti, Daniel Cisneros y Daniel Petrone comenzó la
lectura de elevación a juicio pasadas las 10 en la nueva sede tribunalicia de
Pueyrredón 3728, partido de San Martín, destinada especialmente a la realización
de juicios por delitos de lesa humanidad cometidos en la jurisdicción de Campo
de Mayo.
Los acusados, además
de Riveros (ex comandante de Institutos Militares) y Bignone (segundo de
Riveros), son Luis Sadí Pepa, Eugenio Guarañabens Perelló, Julio San Román,
Hugo Castagno Monge, Carlos Eduardo Somoza, Carlos Tomás Macedra, Carlos del
Señor Garzón y María Francisca Morillo, estos últimos acusados por apropiación
de Laura de Sanctis Ovando.
Tres de las causas que
se juzgan corresponden a siete embarazadas desaparecidas junto a sus parejas y
en un caso una asesinada en Campo de Mayo.
Las embarazadas
desaparecidas junto a sus parejas son Marta Graciela Alvarez, Ana María
Lanzilotto, María Eva Duarte, Isabel Acuña, Miryam Ovando, Susana Stritzler y
Beatriz Recchia.
Antes del inicio del
juicio, Laura Catalina de Sanctis Ovando -cuyos padres fueron secuestrados en
Campo de Mayo, estando su mamá embarazada de 6 meses- señaló a Télam que
"este juicio significa abrir heridas, limpiarlas y aliviarlas, y también es
una manera de honrar y hacer presentes a mis padres".
"También es
importante que toda la ciudadanía sepa que el Estado que perpetró crímenes de
lesa humanidad hoy exponga y castigue a los culpables", afirmó Ovando,
nieta restituida en 2008 y cuya causa por apropiación fue incorporada al
debate.
Por su parte, el
abogado querellante por la agrupación Justicia Ya!, Pablo Piatigorsky, indicó
que "la postura de la querella será inscribir los delitos en el marco de
un genocidio", y precisó que solicitarán la condena de cumplimiento
efectivo en cárcel común, ya que "el argumento de ancianidad no puede ser
utilizado como elemento de impunidad".
Junto con el abogado
Jorge Briozzo, el letrado planteó que las más de 20 víctimas de este juicio
"deben ser tratadas como desaparecidas y, por lo tanto, se exigirá saber
dónde están sus cuerpos".
Gastón Hugo Mena, hijo
de Marta Graciela Alvarez y Hugo Francisco Mena -secuestrados y desaparecidos
cuando tenía tres años y su madre embarazada-, espera que durante el juicio a
los asesinos de sus padres "digan quién tiene a mi hermano o hermana
nacida en cautiverio porque es la pieza más importante para armar el
rompecabezas de mi vida".
También espera conocer
a los que "vieron por última vez a mi mamá embarazada y saber dónde
está", señaló el joven de 34 años que en 2010 pudo enterrar los restos de
su padre, identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Estuvieron presentes
en la primera jornada del juicio la integrante de Madres de Plaza de Mayo-línea
fundadora, Mirta de Baravalle; Angela "Lita" Boitano, de Familiares
de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas; el diputado nacional y
nieto restituído Horacio Pietragalla Corti; y los nietos Victoria Montenegro,
Guillermo Pérez Roisinblit y Lorena Battistiol.
Afuera del edificio,
familiares y agrupaciones de derechos humanos y políticas esperaban el inicio
del juicio con cánticos, banderas y pancartas con los nombres de los detenidos
desaparecidos.
Entre ellas, se
identificaban la Comisión
por la Memoria ,
Verdad y Justicia-Zona Norte, Comisión por la Memoria del partido de San
Martín, agrupación El Eternauta, Movimiento Evita y Juventud Peronista de San
Martín y la agrupación Kolina.
Campo de Mayo fue uno
de los mayores centros clandestinos de detención con 5 mil hectáreas en el
conurbano bonaerense y allí funcionó la maternidad clandestina y tres lugares
de alojamiento de secuestrados.
A esa guarnición eran
llevados secuestrados de la zona 4 del Ejército que abarcaba San Miguel,
Vicente López, Tres de Febrero, Pilar, Escobar, Tigre, San Fernando, General
San Martín, Exaltación de la Cruz ,
Zárate, Campana y San Isidro.
Los partos se hacían
en el hospital Militar de Campo de Mayo, a cargo del fallecido médico militar
Julio Caserotto y también bajo la órbita de Norberto Bianco, un médico
extraditado desde Paraguay.
La megacausa Campo de Mayo ya tuvo cinco
juicios
La
megacausa por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar
en Campo de Mayo suma cincos procesos con sentencias, a los que se sumará el
que comenzó este jueves contra el ex dictador Reynaldo Bignone.
El primer juicio de la
megacausa fue por el secuestro de Iris Avellaneda y el secuestro y asesinato de
su hijo, de 15 años, Floreal "Negrito" Avellaneda, ambos militantes
del Partido Comunista.
El juicio comenzó en
abril de 2009 y la sentencia contra Santiago Omar Riveros y otros cinco ex
militares y un ex policía fue dada a conocer el 13 de agosto de 2009.
Riveros fue condenado
a prisión perpetua; Fernando Verplaetsen, ex jefe de inteligencia del Comando
de Institutos Militares y ex jefe de la Policía Bonaerense ,
a 25 años; Osvaldo García, ex titular de la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, a 18
años; a 8 años fueron condenados César Fragni y Raúl Harsich, quien se
desempeñaban a las órdenes de García, y a 14 años al ex policía bonaerense
Alberto Aneto.
El segundo juicio
comenzó en noviembre de 2009 y fue contra el último presidente de la dictadura,
Reynaldo Bignone, y otros ex generales que comandaron Campo de Mayo.
Las sentencias, a
cumplirse en cárcel común, se conocieron en abril de 2010 contra Reynaldo
Bignone, Santiago Omar Riveros y Fernando Verplaetsen (perpetuas); Carlos
Tepedino (20 años); Jorge Osvaldo García (18 años); Eugenio Guañabens Perelló
(17 años), mientras que el único absuelto fue el ex comisario Germán
Montenegro.
En este segundo juicio
se ventilaron delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo, donde
funcionaron al menos cuatro centros clandestinos de detención, entre ellos
"El Campito" y "La
Casita ".
En tercer juicio
condenó el 14 de abril de 2011,
a prisión perpetua al ex comisario Luis Abelardo Patti,
nuevamente a Bignone y Riveros y a Martín Rodríguez.
En tanto, condenó a
seis años de prisión al ex comisario Juan Meneghini.
El cuarto juicio fue
en diciembre de 2011, en el que fue condenado a ocho años de prisión al ex comisario
Juan Demetrio Luna.
El ex comisario fue
condenado como partícipe primario de la privación ilegal de la libertad
agravada por violencia y amenazas contra Carlos José Fateche y Victorio
Derganz, quienes fueron secuestrados en 1976 y detenidos en la repartición de
Tigre, ubicada en la calle Bordeau 548.
El quinto juicio, cuya
sentencia se conoció el 31 de mayo pasado, condenó a 19 años de prisión a
Roberto Bustos y a 9 años a Jorge Bianchero, ambos ex policías bonaerenses,
encontrados culpables de haber realizado tareas de inteligencia previas a un
operativo que culminó con el secuestro de un grupo de jóvenes que concurría a
un taller literario y al profesorado Mariano Acosta, en la ciudad de Buenos
Aires, en 1979.
“Este juicio es sanador y liberador”
Reynaldo
Bignone, Santiago Omar Riveros y Eugenio Guañabens Perelló están acusados por
los secuestros y desapariciones, entre ellos de siete militantes embarazadas.
Críticas por la brevedad de la primera audiencia y la poca frecuencia de éstas.
“¡Doce años tenía cuando me torturaron!”, se oyó en
medio de la sala. El silencio con el que empezaron a levantarse para salir los
tres represores se partió con ese grito sacado desde el alma. “¡Asesinos!”, se
oyó.“¡Genocidas!” “¡Violadores!” Alguien entonces logró mancomunar las voces
que habían desatado. “¡Treinta mil compañeros desaparecidos!”, vivó. “¡Ahora y
Siempre!”, respondió la sala.
Reynaldo Bignone,
enfundado en saco de invierno pesado, y Santiago Omar Riveros se sentaron al
costado de los integrantes del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín, uno al
lado del otro. En la silla de atrás, con la cara tapada entre las arrugas, lo
hizo Eugenio Guañabens Perelló, director de la Escuela de Apoyo para el
Combate General Lemos de Institutos Militares en 1977. Sólo tres de los diez
acusados de este juicio que acaba de empezar en San Martín, por los crímenes de
veintiún personas en la jurisdicción de Campo Mayo, entre las que hay siete
militantes mujeres embarazadas, secuestradas y desaparecidas con sus
compañeros. Para sorpresa de varios familiares que estuvieron ahí, algunos de
los que se acercaron a la sala para ver las caras de los acusados, el Tribunal
irá sentando a los demás a medida que se avance con las causas. Bignone,
Riveros y Guañabens Perelló están acusados por allanamientos, privación ilegal,
tormentos en el expediente de las embarazadas, el primero que se analizará en
las audiencias. Riveros también está acusado por el homicidio de una de las
parejas.
“Este juicio es para que
se sepa la verdad de lo que pasó con mis papás y el resultado de eso, que fue
mi apropiación”, dice parada en la puerta del Tribunal Catalina de Sanctis
Ovando, sobre el juicio que no sólo se detendrá en el secuestro y desaparición
de sus padres, Myriam Ovando y Raúl De Sanctis, sino en el que se juzgará
además a sus apropiadores. Catalina recuperó su identidad en 2008. “Es sanador
y liberador para mí todo este momento –dijo–, aunque todavía falta mucho porque
acá vamos a estar juzgando a los que dieron las órdenes en el caso de mis
papás, pero todavía falta saber quiénes se los llevaron, quiénes secuestraron a
mi papá. La justicia llega, pero siempre falta.”
Momentos antes, en la
sala de audiencias recién estrenada para los juicios de Campo de Mayo, los
nombres de las siete embarazadas aparecieron desplegados en las manos de otros
compañeros que los sostenían en toda la sala. Una mujer de Malvinas Argentinas
sostuvo la foto de María Eva Duarte y de su compañero, Samuel Aranda. Ella
estaba embarazada de dos meses. “¡Hoy estoy quebrada!”, suspiró apenas se sentó
al lado del cartel Sara Fernández: “¡Mirale la carita!”, dijo la abuela de
Sebastián Bordón barrida por las lágrimas. “¡Estos son los mismos tipos que se
llevaron a Sebastián, la policía brava del Proceso!”
Juana Muñiz Barreto
estaba un poco más adelante. Anotó cada cosa en una libreta. La hija del
diputado Diego Muñiz Barreto, asesinado por la dictadura y por el que fue
condenado Luis Aberlado Patti, esperaba a alguno de los acusados que todavía no
llegaron al juicio. Entre otros, a Julio San Román, alias “Cacho”, y a Hugo
Miguel Castagno Mongue, alias “Yaya”, los dos oficiales de Gendarmería, jefes
de la custodia de El Campito, el centro clandestino de Campo de Mayo, parte de
la trama de represores que aún no fueron juzgados por el crimen de su padre.
Media hora después de
las 10, el presidente del Tribunal, Héctor Sagretti, abrió el debate con la
lectura de la acusación abreviada, de acuerdo con las pautas de la Cámara de Casación para
acelerar los juicios. Una secretaria leyó una síntesis con la reconstrucción de
los secuestros de las mujeres y los casos en los que ellas aparecen como parte
de una trama más amplia en la que cayeron otros compañeros. Luego les dieron la
palabra a los acusados. Riveros lo único que dijo es que estaban mal los datos
de su domicilio. Bignone dijo lo mismo. Y como si se hubiesen puesto de acuerdo,
Guañabens Perelló a su turno volvió a decirlo. Ninguno declaró. Todos se
remitieron a declaraciones anteriores. Cuando la secretaria del Tribunal se
disponía a leerlas, el fiscal Marcelo García Berro pidió al Tribunal que las
diera por leídas. En la lógica de acelerar el debate, las querellas dijeron lo
mismo. Y listo. Poco más de media hora después de haber comenzado un juicio
esperado desde hace años –y hace año y medio por falta de salas–, la primera
jornada se terminó. Sagretti dispuso un cuarto intermedio hasta la semana
próxima. Y aclaró que todavía no sabían si iban a poder seguir el cronograma
previsto, que iban a intentarlo, pero que tienen otros juicios y uno de los
jueces sigue un debate similar en Mar del Plata.
La sala se paró en
completo silencio, como paralizada por eso que no acaba de empezar. “¿Cómo es
posible que se haya hecho así?”, dijo Daniel Cabezas de la Comisión Campo de
Mayo, parado con la foto de su hermano Gustavo desaparecido, al que se llevaron
sangrando después de descargarle una serie de disparos mientras repartía
volantes en una plaza. “Es maravilloso que empiece el juicio, reivindicamos que
se esté juzgando, pero pedimos otra forma de organización, porque si no esto va
a durar cien años.” El abogado querellante Pablo Llonto se pronunció en el
mismo sentido. “La audiencia duró media hora en una sala nueva después de tanto
esfuerzo y hoy se podía haber seguido con la etapa testimonial”, dijo. “Los
reclamos de los jueces son porque la
Cámara de Casación debe completar los tribunales con otros
jueces para que no ocurra lo que está pasando, que un juez no puede seguir el
debate porque se va a Mar del Plata.”
Las audiencias están
previstas de dos jornadas a la semana, pero cada quince días. El cronograma
distribuido por los querellantes entre los que está Justicia Ya!, la abogada
Alcira Ríos, Abuelas de Plaza de Mayo y la Secretaría de Derechos
Humanos indica, sin embargo, que las próximas cuatro semanas tendrán un día de
audiencias cada vez.
En la sala, varios
nietos recuperados acompañaron a Catalina. Victoria Montenegro, el diputado
Horacio Pietragalla, Guillermo Pérez Roisinblit y Lorena Battistiol. También
Juliana García Recchia, cuyos padres son parte del juicio. En la primera fila
se la veía a Mirta de Baravalle, de Madres Línea Fundadora, y a Lita Boitano,
de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
Los
siete casos de embarazadas
- Marta Graciela Alvarez y Francisco Hugo Mena. Marta estaba
embarazada. Con ellos secuestraron a Francisco Tiseira, Julio Visuara y Norma
Argentina Benavides, que también son víctimas en este juicio. Los secuestraron
el 19 de abril de 1976 en Tortuguitas. Los interrogaron y trasladaron a uno de
los centros clandestinos de Campo de Mayo. Marta y Francisco Tiseira murieron
como consecuencia de disparos en la cabeza. Fueron identificados. Los otros
están desaparecidos.
- Ana María Lanzillotto y Domingo “el Gringo” Menna. Ana María estaba embarazada de ocho meses, la secuestraron
el 19 de julio del ‘76 en Villa Martelli, en un operativo en el que cayó la
conducción del PRT-ERP. Los vieron en uno de los centros de Campo de Mayo.
Domingo fue torturado. Los dos están desaparecidos.
- María Eva Duarte y Alberto Samuel Aranda. María Eva Duarte
estaba embarazada, la secuestraron el 9 de septiembre de 1977 en Los
Polvorines. Tenía otros dos hijos, Lorena de 2 años y Alejandro de 7 meses, que
quedaron con los vecinos. Alberto fue privado de la libertad ese mismo día en
la parada del colectivo cuando volvía del trabajo. Los dos están desaparecidos.
- Isabel Acuña y Oscar Gutiérrez Sesarego. Ella estaba
embarazada. La secuestraron el 26 de agosto del ’76 en Ramos Mejía. Habrían
sido alojados en el sótano de la comisaría 4ª de San Isidro provenientes de
otro centro. Están desaparecidos.
- Myriam Ovando y Raúl De Sanctis. Ella estaba
embarazada. Los secuestraron entre el 1º de abril y 20 de mayo del ’77. A ella
en Escobar y a él en la estación de Campana. Los dos están desaparecidos.
- Susana Stritzler. Estaba embarazada. Fue secuestrada el 21 de
diciembre de 1976 en Boulogne por un grupo vestido de civil. Está desaparecida.
Con ella, en la causa están incorporados Miriam Ardito Calvo, Nélida Beatriz
Ardito Calvo, Roberto Coma Velasco de Ardito.
- Beatriz Recchia y Antonio Domingo García. Beatriz estaba
embarazada. El tramo incluirá el secuestro de Juliana que estuvo secuestrada
con ellos.
Comienza el juicio por la desaparición de embarazadas en Campo de Mayo y la apropiación de Catalina de Sanctis Ovando
(Comunicado de prensa)
Abuelas
de Plaza de Mayo informa que el 23 de agosto, a las 9.30, comienza un nuevo
juicio por los crímenes cometidos en Campo de Mayo, delitos de lesa humanidad en
perjuicio de veinte víctimas -entre ellas siete mujeres embarazadas-, y que
incluye la causa por la apropiación de Laura Catalina de Sanctis Ovando, nieta
restituida en 2008.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de
San Martín, integrado por los doctores Héctor Sagretti, Daniel Cisneros
(subrogante) y Daniel Petrone (subrogante), estará a cargo del juicio que tiene
en el banquillo a los represores Santiago Omar Riveros, Reynaldo Benito
Bignone, Luis Sadí Pepa, Eugenio Guarañabens Perelló, Julio San Román, Hugo
Miguel Castagno Monge, Carlos Eduardo José Somoza, Carlos del Señor Garzón y
María Francisca Morillo, estos últimos, apropiadores de Catalina. En tanto, a
Osvaldo García, Director de la Escuela de Infantería
dependiente del Comando de Institutos Militares y responsable de los delitos
cometidos en el “Área 450”, se le suspendió el proceso por razones de
salud.
La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Laura Catalina de Sanctis Ovando y Juliana García,
representadas por los abogados Alan Iud, Mariano Gaitán y Florencia Sotelo,
actuarán como querellantes, al igual que la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación, la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos y otras querellas
particulares.
Apropiación
Laura
Catalina es hija de Miryam Ovando y Raúl René de Sanctis. Miryam fue secuestrada
el 1° de abril de 1977 en la localidad de Virreyes, zona norte del Gran Buenos
Aires, embarazada de seis meses. Y Raúl, en mayo de ese mismo año, en la
estación de trenes de Campana.
Miryam
permaneció detenida ilegalmente en la localidad de Escobar, en un centro
clandestino dependiente de Campo de Mayo. El 11 de agosto de 1977, nació
Catalina en el Hospital Militar de Campo de Mayo. La niña fue apropiada por
Carlos del Señor Garzón, ex oficial de inteligencia del
Batallón 601, y su mujer, María Francisca Morillo, quienes la
inscribieron como hija propia.
Ante
las denuncias sobre una joven que podría ser hija de desaparecidas, el Juzgado
Federal Número 4 de la Ciudad de Buenos Aires ordenó el secuestro de objetos
personales a fin realizar los estudios en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
El 8 de septiembre de 2008, el juzgado informó que la joven es hija de Raúl y
Miryam, ambos desaparecidos. Hoy Catalina es querellante en esta
causa.
Víctimas
Son siete casos de mujeres embarazadas desaparecidas
junto con sus parejas o compañeros de militancia: Marta Graciela Álvarez, Ana
María Lanzilotto, María Eva Duarte, Isabel Acuña, Miryam Ovando, Susana
Stritzler y Beatriz Recchia.
Las demás víctimas de ese centro clandestino son
Francisco Tiseira, Julio Visuara, Norma Argentina Benavides, Francisco Hugo
Mena, Domingo Menna, Alberto Samuel Aranda, Oscar Gutiérrez Sesarego, Raúl De
Sanctis, Roberto Ardito, Atlántida Coma, Nélida Beatriz Ardito, Antonio Domingo
García y Juliana Inés García (liberada).
Imputados
El juicio oral acumula tres causas y son nueve
los imputados:
-
Santiago Omar Riveros: Comandante de Institutos Militares (con sede en la
guarnición de Campo de Mayo), entre 1976 y 1978. Es el máximo responsable de los
crímenes de lesa humanidad cometidos en el ámbito de la “Zona IV”, que se
extendía sobre todos los partidos de la zona norte de la provincia de Buenos
Aires.
-
Reynaldo Bignone: Jefe del Estado Mayor del Comando de Institutos Militares
durante 1977, segundo de Riveros. También es responsable por los delitos
cometidos en esa zona.
- Luis
Sadí Pepa: Director de la Escuela de Comunicaciones, dependiente del Comando de
Institutos Militares, durante 1977. Responsable de los crímenes cometidos en el
“Área 420” que correspondía a Florida. Este es su primer juicio y se le imputa
el homicidio de Antonio García y el secuestro de Beatriz Recchia, padres de
Juliana y Bárbara García Recchia, nieta restituida en 2009.
-
Eugenio Guañabens Perelló: Director de la Escuela de Apoyo para el Combate
“General Lemos”, dependiente del Comando de Institutos Militares, durante 1977.
Responsable de los delitos cometidos en el “Área 470”, del partido de General
Sarmiento. Se le imputa la desaparición de María Eva Duarte y Alberto Aranda.
- Julio San Román: Oficial de Gendarmería, uno de los jefes de
la custodia de El Campito.
- Carlos Eduardo José
Somoza: Oficial de inteligencia del Ejército, uno de los torturadores más
violentos del Campito.
- Hugo Miguel Castagno
Monge: Oficial de Gendarmería, jefe de la custodia del Campito.
-
Carlos del Señor Hidalgo Garzón: Fue oficial de inteligencia del Batallón 601.
Se apropió de Laura Catalina de Sanctis Ovando, hija de Miryam Ovando y Raúl
René de Sanctis.
-
María Francisca Morillo: Civil. Junto con Hidalgo Garzón, se apropió de Laura
Catalina de Sanctis Ovando.
Las audiencias se desarrollarán en la sala de la
calle Pueyrredón 3728, de la ciudad de San Martín, el 23 y 30 de agosto, el 4 de
septiembre y, luego, martes y jueves semana por medio. Pueden ingresar con DNI
los mayores de 18 años.
Esperamos que nos acompañen en este nuevo proceso en
busca de más Memoria, Verdad y Justicia para nuestros hijos, hijas
y nietos, víctimas de las atrocidades del terrorismo de
Estado.
Ciudad de Buenos Aires,
22 de agosto de 2012.
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