Ramiro Menna, hijo de los desaparecidos Ana María Lanzilloto y Domingo Menna, se hizo cura
entre los salesianos, viajó a Etiopía, dejó la congregación y se casó. Hoy vive
en La Rioja e
integra el Frente Riojano de Organizaciones Populares. Busca un hermano o
hermana y espera que el juicio sobre Campo de Mayo, que acaba de empezar, lo
ayude a encontrarlo
(Fuente: Alejandra Dandan - Página/12)
Ramiro
Menna está convencido de que existe “un mar de coincidencias” entre el “credo”
de sus padres en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el suyo,
dentro de la izquierda de la Iglesia Católica latinoamericana. Tenía dos años
cuando sus padres, Ana María Lanzillotto y “el Gringo” Domingo Menna, y él
fueron secuestrados el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli, en la caída de la
conducción del PRT. Ana María estaba embarazada. Ramiro –que busca a un hermano
o hermana– se hizo cura entre los salesianos. Alguna vez pidió viajar a Africa,
porque irse más lejos le permitía estar más cerca de sí mismo. Dejó la congregación
para irse a un lugar un tanto menos lejos, en los Llanos de La Rioja , un territorio
legendario de la pastoral del obispo Enrique Angelelli, desde donde integra el
Frente Riojano de Organizaciones Populares (FROP). “Por mi formación católica,
al principio me parecía que por un lado mis papás habían hecho lo que creían
por el bien de la gente. Y, por otro, que estaban equivocados. Con el tiempo
fui indagando más y formándome políticamente: comprendí mucho mejor lo que
significó la lucha del Partido Revolucionario de los Trabajadores en Argentina.
Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi
viejo y mi vieja durante los setenta.”
La
historia de Ramiro vincula en el presente dos escenarios. El juicio que acaba
de empezar en San Martín, con sus padres entre las víctimas. Y La Rioja de Angelelli, donde
también se está haciendo un juicio por la desaparición de dos sacerdotes
durante la última dictadura.
–¿Como
se pasa del presente intenso en Chepes a julio de 1976?
–El
juicio sobre Campo de Mayo tiene una dimensión muy esperada por todos nosotros
como familia, por la cuestión de que quizá, uno no sabe, puede aparecer algún
indicio, algo que nos ayude a encontrar a mi hermana o hermano. Desde el
presente, esa es la ligazón más fuerte. Uno lo espera con ansiedad. Además,
está la visión política de la justicia en tanto que permite conocer la verdad
histórica de lo que pasó en Campo de Mayo con estas personas en particular,
pero alimentando la pintura total de la dictadura en nuestra Argentina. Eso
ayuda a entender lo que es una sociedad desigual como la latinoamericana, con
una elite dominante que recurre a las herramientas que tenga a mano para
mantener su situación de privilegio. En los ’70, tuvieron la posibilidad de instalar
una dictadura que protegía sus intereses, hoy no la tienen pero no es que no la
deseen. Los juicios van desnudando esto: hasta qué punto pueden llegar...
–¿Qué
pasó con vos?
–Cuando
mamá desaparece, el 19 de julio de 1976, yo tenía dos años y ella estaba
embarazada de unos ocho meses. Desaparece con esa panza y hay distintas
versiones del circuito que siguió. Probablemente terminó en Campo de Mayo, no
se sabe si pasó por el Vesubio. Patricia Erb, que estaba en Campo de Mayo,
atestigua que mamá dio a luz. No se sabe si varón o mujer, pero dio a luz,
porque entre las compañeras presas corrió la voz: “La mujer del Gringo dio a
luz”, decían.
–¿Cómo
te sacan a vos?
–Un
tío mío, Cholo (Carlos Mario Lanzillotto), abogado, viviendo en La Rioja empieza a averiguar
dónde podía estar su hermana el marido de su hermana y yo. O sea mamá, papá y
yo. El tío Cholo estudió en Córdoba y creo que un amigo de ahí le dio el dato
de alguien de la Justicia
de la provincia de Buenos Aires. Ese hombre le cuenta: “Mirá, de tu hermana y
el marido, olvidate, olvidate porque nadie te va a decir nada, ni dónde están,
ni nada”, pero le pasó el dato de dónde estaba yo. Tenía que ir a buscarme a un
juzgado federal o una guardería policial, creo que en San Martín.
–Si
es ahí, puede ser el mismo lugar donde dejaron a Victoria Montenegro.
–Yo
estuve desde el 19 de julio hasta el 8 o 10 de agosto. En el medio, fijate vos,
desaparecen los curas de Chamical, lo asesinan a Wenceslao Pedernera el 25 de
julio y a monseñor Angelelli el 4 de agosto. El 8, mi tío se entera, viaja a
Buenos Aires, también viaja mi tía Quela, una hermana de mi mamá a quien mi
mamá le había dicho: “Mirá, si me llega a pasar algo a mí, por favor hacete
cargo de Ramiro”. Quela (Nidia Lanzillotto) hizo las gestiones con el tío Cholo
para sacarme de la guardería. Hasta ahí estamos, pero de mamá, de papá y del
bebé de mamá, nada.
–¿Y
vos?
–Pasan
los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me
crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un
psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de
guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar
nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño.
Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién
llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me
despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá.
Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a
dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque
le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me
provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque
yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer
preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me
digan la verdad.
–¿Cómo
fue con eso?
–Fue
como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que
no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más
o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación
católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que
habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían
equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien
no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica
latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que
significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de
izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se
equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen
de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los
setenta.
A Etiopía
En
Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro
recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más
pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los
docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos
desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del
movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había
grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los
de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media
entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los
shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura
salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces
se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa,
mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación
porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían
ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi
mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en
Chepes, un pueblo en el interior de La
Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre,
compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.
Ahora
es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en
Ulapes, a 60
kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone
parte del empeño en AecheLar, la
Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como
cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y
a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él.
La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El
Monte. La Tusca
es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión
sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar
efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones.
La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción
genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia
mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos
que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar
poder real en el escenario político de la provincia.
–Tu
vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?
–Puede
ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo
funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso
social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el
compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica
latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia
comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en
mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se
rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy
distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en
nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo
me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por
decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada
según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo
Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe.
Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es
capitalismo.
–¿En
estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?
–En el
marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba
embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18
o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los
salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio
Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de
Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que
después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi
a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en
un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de
sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final
no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco).
Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que
tampoco era.
–¿Se
lo espera ahora o se lo busca?
–Yo
voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no
puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o
quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede
repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale
por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí
abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36,
si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el
hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus
viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o
hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero
más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y
hacer feliz a otro.
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