Reynaldo
Bignone, Santiago Omar Riveros y Eugenio Guañabens Perelló están acusados por
los secuestros y desapariciones, entre ellos de siete militantes embarazadas.
Críticas por la brevedad de la primera audiencia y la poca frecuencia de éstas.
“¡Doce años tenía cuando me torturaron!”, se oyó en
medio de la sala. El silencio con el que empezaron a levantarse para salir los
tres represores se partió con ese grito sacado desde el alma. “¡Asesinos!”, se
oyó.“¡Genocidas!” “¡Violadores!” Alguien entonces logró mancomunar las voces
que habían desatado. “¡Treinta mil compañeros desaparecidos!”, vivó. “¡Ahora y
Siempre!”, respondió la sala.
Reynaldo Bignone,
enfundado en saco de invierno pesado, y Santiago Omar Riveros se sentaron al
costado de los integrantes del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín, uno al
lado del otro. En la silla de atrás, con la cara tapada entre las arrugas, lo
hizo Eugenio Guañabens Perelló, director de la Escuela de Apoyo para el
Combate General Lemos de Institutos Militares en 1977. Sólo tres de los diez
acusados de este juicio que acaba de empezar en San Martín, por los crímenes de
veintiún personas en la jurisdicción de Campo Mayo, entre las que hay siete
militantes mujeres embarazadas, secuestradas y desaparecidas con sus
compañeros. Para sorpresa de varios familiares que estuvieron ahí, algunos de
los que se acercaron a la sala para ver las caras de los acusados, el Tribunal
irá sentando a los demás a medida que se avance con las causas. Bignone,
Riveros y Guañabens Perelló están acusados por allanamientos, privación ilegal,
tormentos en el expediente de las embarazadas, el primero que se analizará en
las audiencias. Riveros también está acusado por el homicidio de una de las
parejas.
“Este juicio es para que
se sepa la verdad de lo que pasó con mis papás y el resultado de eso, que fue
mi apropiación”, dice parada en la puerta del Tribunal Catalina de Sanctis
Ovando, sobre el juicio que no sólo se detendrá en el secuestro y desaparición
de sus padres, Myriam Ovando y Raúl De Sanctis, sino en el que se juzgará
además a sus apropiadores. Catalina recuperó su identidad en 2008. “Es sanador
y liberador para mí todo este momento –dijo–, aunque todavía falta mucho porque
acá vamos a estar juzgando a los que dieron las órdenes en el caso de mis
papás, pero todavía falta saber quiénes se los llevaron, quiénes secuestraron a
mi papá. La justicia llega, pero siempre falta.”
Momentos antes, en la
sala de audiencias recién estrenada para los juicios de Campo de Mayo, los
nombres de las siete embarazadas aparecieron desplegados en las manos de otros
compañeros que los sostenían en toda la sala. Una mujer de Malvinas Argentinas
sostuvo la foto de María Eva Duarte y de su compañero, Samuel Aranda. Ella
estaba embarazada de dos meses. “¡Hoy estoy quebrada!”, suspiró apenas se sentó
al lado del cartel Sara Fernández: “¡Mirale la carita!”, dijo la abuela de
Sebastián Bordón barrida por las lágrimas. “¡Estos son los mismos tipos que se
llevaron a Sebastián, la policía brava del Proceso!”
Juana Muñiz Barreto
estaba un poco más adelante. Anotó cada cosa en una libreta. La hija del
diputado Diego Muñiz Barreto, asesinado por la dictadura y por el que fue
condenado Luis Aberlado Patti, esperaba a alguno de los acusados que todavía no
llegaron al juicio. Entre otros, a Julio San Román, alias “Cacho”, y a Hugo
Miguel Castagno Mongue, alias “Yaya”, los dos oficiales de Gendarmería, jefes
de la custodia de El Campito, el centro clandestino de Campo de Mayo, parte de
la trama de represores que aún no fueron juzgados por el crimen de su padre.
Media hora después de
las 10, el presidente del Tribunal, Héctor Sagretti, abrió el debate con la
lectura de la acusación abreviada, de acuerdo con las pautas de la Cámara de Casación para
acelerar los juicios. Una secretaria leyó una síntesis con la reconstrucción de
los secuestros de las mujeres y los casos en los que ellas aparecen como parte
de una trama más amplia en la que cayeron otros compañeros. Luego les dieron la
palabra a los acusados. Riveros lo único que dijo es que estaban mal los datos
de su domicilio. Bignone dijo lo mismo. Y como si se hubiesen puesto de acuerdo,
Guañabens Perelló a su turno volvió a decirlo. Ninguno declaró. Todos se
remitieron a declaraciones anteriores. Cuando la secretaria del Tribunal se
disponía a leerlas, el fiscal Marcelo García Berro pidió al Tribunal que las
diera por leídas. En la lógica de acelerar el debate, las querellas dijeron lo
mismo. Y listo. Poco más de media hora después de haber comenzado un juicio
esperado desde hace años –y hace año y medio por falta de salas–, la primera
jornada se terminó. Sagretti dispuso un cuarto intermedio hasta la semana
próxima. Y aclaró que todavía no sabían si iban a poder seguir el cronograma
previsto, que iban a intentarlo, pero que tienen otros juicios y uno de los
jueces sigue un debate similar en Mar del Plata.
La sala se paró en
completo silencio, como paralizada por eso que no acaba de empezar. “¿Cómo es
posible que se haya hecho así?”, dijo Daniel Cabezas de la Comisión Campo de
Mayo, parado con la foto de su hermano Gustavo desaparecido, al que se llevaron
sangrando después de descargarle una serie de disparos mientras repartía
volantes en una plaza. “Es maravilloso que empiece el juicio, reivindicamos que
se esté juzgando, pero pedimos otra forma de organización, porque si no esto va
a durar cien años.” El abogado querellante Pablo Llonto se pronunció en el
mismo sentido. “La audiencia duró media hora en una sala nueva después de tanto
esfuerzo y hoy se podía haber seguido con la etapa testimonial”, dijo. “Los
reclamos de los jueces son porque la
Cámara de Casación debe completar los tribunales con otros
jueces para que no ocurra lo que está pasando, que un juez no puede seguir el
debate porque se va a Mar del Plata.”
Las audiencias están
previstas de dos jornadas a la semana, pero cada quince días. El cronograma
distribuido por los querellantes entre los que está Justicia Ya!, la abogada
Alcira Ríos, Abuelas de Plaza de Mayo y la Secretaría de Derechos
Humanos indica, sin embargo, que las próximas cuatro semanas tendrán un día de
audiencias cada vez.
En la sala, varios
nietos recuperados acompañaron a Catalina. Victoria Montenegro, el diputado
Horacio Pietragalla, Guillermo Pérez Roisinblit y Lorena Battistiol. También
Juliana García Recchia, cuyos padres son parte del juicio. En la primera fila
se la veía a Mirta de Baravalle, de Madres Línea Fundadora, y a Lita Boitano,
de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
Los
siete casos de embarazadas
- Marta Graciela Alvarez y Francisco Hugo Mena. Marta estaba
embarazada. Con ellos secuestraron a Francisco Tiseira, Julio Visuara y Norma
Argentina Benavides, que también son víctimas en este juicio. Los secuestraron
el 19 de abril de 1976 en Tortuguitas. Los interrogaron y trasladaron a uno de
los centros clandestinos de Campo de Mayo. Marta y Francisco Tiseira murieron
como consecuencia de disparos en la cabeza. Fueron identificados. Los otros
están desaparecidos.
- Ana María Lanzillotto y Domingo “el Gringo” Menna. Ana María estaba embarazada de ocho meses, la secuestraron
el 19 de julio del ‘76 en Villa Martelli, en un operativo en el que cayó la
conducción del PRT-ERP. Los vieron en uno de los centros de Campo de Mayo.
Domingo fue torturado. Los dos están desaparecidos.
- María Eva Duarte y Alberto Samuel Aranda. María Eva Duarte
estaba embarazada, la secuestraron el 9 de septiembre de 1977 en Los
Polvorines. Tenía otros dos hijos, Lorena de 2 años y Alejandro de 7 meses, que
quedaron con los vecinos. Alberto fue privado de la libertad ese mismo día en
la parada del colectivo cuando volvía del trabajo. Los dos están desaparecidos.
- Isabel Acuña y Oscar Gutiérrez Sesarego. Ella estaba
embarazada. La secuestraron el 26 de agosto del ’76 en Ramos Mejía. Habrían
sido alojados en el sótano de la comisaría 4ª de San Isidro provenientes de
otro centro. Están desaparecidos.
- Myriam Ovando y Raúl De Sanctis. Ella estaba
embarazada. Los secuestraron entre el 1º de abril y 20 de mayo del ’77. A ella
en Escobar y a él en la estación de Campana. Los dos están desaparecidos.
- Susana Stritzler. Estaba embarazada. Fue secuestrada el 21 de
diciembre de 1976 en Boulogne por un grupo vestido de civil. Está desaparecida.
Con ella, en la causa están incorporados Miriam Ardito Calvo, Nélida Beatriz
Ardito Calvo, Roberto Coma Velasco de Ardito.
- Beatriz Recchia y Antonio Domingo García. Beatriz estaba
embarazada. El tramo incluirá el secuestro de Juliana que estuvo secuestrada
con ellos.
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