martes, 4 de septiembre de 2012

Catalina de Sanctis Ovando: “Ella sabía que había una mujer que estaba por parir y se iba a quedar con su hija”

Foto: Catalina de Sanctis Ovando, antes de entrar a la sala de audiencias. (Crédito: Rolando Andrade)


“Que este Tribunal y la sociedad tomen conciencia de la real responsabilidad de estas dos personas y que era requisito que mis padres murieran para que ellos se quedaran conmigo”, pidió la nieta Catalina de Sanctis Ovando ante el TOF 1, de San Martín, en uno de los momentos más fuertes de su testimonio. Catalina involucró directamente al ex oficial de Inteligencia del Batallón 601 Carlos del Señor Hidalgo Garzón y su mujer, María Francisca Morillo, imputados por su apropiación.

A continuación, algunos fragmentos de la declaración de Catalina:

“Crecí creyendo que era Carolina Hidalgo Garzón, que había nacido el 15 de agosto. Fui criada por un militar (Carlos del Señor Hidalgo Garzón) y por ella (María Francisca Morillo), que decía que era psicopedagoga y no era. Crecí en Belgrano. Ahí fui a la escuela primaria y secundaria. Él pasaba mucho tiempo conmigo porque no conseguía trabajo. En los primeros años de secundario recuerdo que él era alcohólico y ella, enferma psiquiátrica. Mi adolescencia fue muy dolorosa y me avergonzaban mucho. Mi identidad… no era que tenía dudas, sino que hacía preguntas porque nací en Campo de Mayo estando a metros del Hospital Militar o porque no había fotos de ella embarazada...”

“Empecé a estudiar en Bellas Artes, a conocer gente que militaba por la Verdad y la Justicia. Un día estaba preparando un final de grabado y vi la publicidad de Abuelas y las ideas se me ordenaron. Ahí fui a decirle a Murillo -no a preguntarle- que era hija de desaparecidos. Ella me dijo que las Abuelas mentían y que ella me lo quería decir pero tenía miedo de que yo lo contara porque era muy comunicativa. Ella me iba a decir que era adoptada. Pero no lo era. Después comprobé que algo que yo creí que era un sueño había pasado: que me lo había dicho a los 6 años en el cordón de la vereda y después se arrepintió. Y para terminar me dijo que si yo decía algo ellos iban a ir presos. Entonces yo empecé a mentir como ellos, era todo muy perverso”.

“Años después, me llamaron de Abuelas o de la Conadi para comentarme que podía ser que fuera una nieta. Yo les dije que no quería saber nada. Al año siguiente se acercó el nieto Manuel Gonçalves Granada al profesorado donde yo estudiaba y salí corriendo. En 2006 me casé y cuando estaba dando clases de pilates me llevaron la citación judicial. Yo sabía que me iba a tener que hacer un análisis, entonces empecé a postergarlo. Mi abogado era el mismo que el de él (Hidalgo Garzón), entonces me recomendó que me fuera del país, mejor a Paraguay porque ahí estaba Bianco que tenía al menos un nieto apropiado. Era un lugar seguro, según este señor. En Paraguay estuve tres días porque me sentía mal porque pasamos sin documentos. Nos fuimos a Misiones y después a San Luis, a la quinta del hermano de Rodri, mi marido”.

“El allanamiento fue en 2008. Fue angustiante, pero un alivio. Cuando estuvo el resultado me citó el juez. Me llamó por mi nombre, que no me gustó, y me dio una foto de mis viejos horrible -porque era en blanco y negro- porque yo me quería parecer a alguien. Me dio una carta de mi mamá, me dijo que estaba mi familia".

“Ella tuvo un brote y yo me sentía obligada a hacerme cargo de ellos. Todo ese tiempo fue muy difícil. Hidalgo Garzón, además, nos amenazaba y decía que nosotros lo estábamos privando de su libertad para sacarle sus cosas”.

Catalina contó que Hidalgo Garzón no se hacía cargo de nada y, cuando la mujer volvió de la internación, ella tenía que bañarla y cuidarla. Fue entonces que la nieta y su marido le pidieron al abogado una sugerencia para poder resolver qué hacer: “Y la declaramos insana, pero yo no sabía qué pasaba con eso. En 2010 la internamos y entonces ahí yo empecé a tener ganas de conocer a mi familia. El abogado no me ayudaba”.

“Yo le pedí a ella que me ayudara a ordenar. Como no lo hacía, ahí encontramos una tarjeta como de registro de compra de ropa de bebé y decía que habían retirado ropa el 13 de agosto de 1977. Primero no le di importancia, pero después me di cuenta de que eso era terrible, que ellos sabían, que ella sabía que había una mujer que estaba por parir y se iba a quedar con su hija. Después encontramos una carta del Movimiento Familiar Cristiano y ella hablaba mucho de cómo eran los partos”.

“Me di cuenta de que yo estaba haciendo lo mismo, que no me quería hacer cargo. Y ahí me empecé a hacer preguntas y a buscar información. Releí la carta de mi mamá. Me di cuenta de que yo con él tenía claro el tipo de persona que era pero con ella (Morillo) me di cuenta de que también era responsable. Ahí me empezó a molestar que me llamaran por el nombre que ellos me habían puesto”.

“A través de una terapeuta, cambié de abogados y tampoco me sirvió porque ellos no querían que me cambiara el nombre. Ahí fue que decidí llamar a mi familia. Hablé con mi tío, que no estaba muy bien de salud, y después con el primo de mi papá, Oscar, que me mandó fotos. Ahí me pude ver. Vi fotos de mi papá lindo. Oscar me invitó y después Iván me entregó el archivo en el que pude escuchar la voz de mis abuelos, a los que no pude conocer. Y después fue que decidí llamar a Abuelas para hablar con los abogados para poder volver a tener mi nombre y que me informaran sobre la causa. Ahí les dije que quería ser querellante y empecé a conocer nietos. Más familia, más compañeros de militancia”.

“Todo lo que yo no quería, lo que él (Hidalgo Garzón) decía que iban a hacer las Abuelas, me lo hizo él. Me expuso, escribió notas sobre mí en Desarrollo Político, puso cosas en mi boca que yo no había dicho. Yo con él  no tenía relación ya, pero Rodrigo le preguntó y juntó información para cuando yo quisiera saber. Le daban respuestas inconsistentes: que nací en Campo de Mayo porque estaban yendo a lo de una pariente, que nací con 8 meses, con 7… siempre eran distintas las respuestas”. ¿Te dijeron que eras hija de desaparecidos?, preguntó el abogado de Abuelas, Mariano Gaitán, y Catalina respondió: “No. Lo que sí recuerdo es que había como una campaña contra Abuelas.  Pero cuando yo empecé a tener un pensamiento propio me empecé diferenciar de él. Y cuando supe que era hija de desaparecidos me empezó a insultar: ‘¡hija de subversivos!’.

“Mis papás eran muy alegres, les gustaba hacer deportes. Mi papá jugaba al rugby y mi mamá hacía gimnasia deportiva y nado. Iban a escuelas católicas y militaban con los curas tercermundistas. Se conocieron en un campamento y cuando se fueron a estudiar empezaron a militar en la JUP. Militaron en Villa Constitución, Paraná... Sigo armando el rompecabezas”.

“Hidalgo Garzón siempre tuvo el hábito de escribir cartas, unas afectuosas otras con insultos. Cuando se conoció el resultado del ADN me decía ‘la sangre criminal tira’ o que mi mamá era una asesina. Muchas cartas las leí después porque no las podía leer en ese momento”.

Al dirigir sus últimas palabras al Tribunal, Catalina pidió: “En primer lugar, me parece importante que se siga profundizando en la investigación de los implicados directos de los juicios. Que este Tribunal y la sociedad tomen conciencia de la real responsabilidad de estas dos personas y que era requisito que mis padres murieran para que ellos se quedaran conmigo. Que ella es tan responsable como él: ella es la que me dijo que era mi mamá y que me llevó en su panza. Quiero que el Tribunal y la sociedad comprendan y sepan esto”.

El apoyo de Rodrigo
A continuación, declaró Rodrigo Amieva, marido de Catalina, quien narró cómo su mujer le contó sobre su origen. Le dijo que “ella siempre tuvo un recuerdo, como un sueño, que era adoptada y que eso lo pudo confirmar”. “Ella siempre se sintió distinta, como que era sapo de otro pozo. Cuando tenía 20 años vio una publicidad de Abuelas y ahí se le acomodaron las fichas. Entonces les fue a decir que era hija de desaparecidos”.

“Ahí (Morillo) le confirmó que ella le había dicho que era adoptada pero que en el 84 se desdijo porque Abuelas ya tenía más visibilidad y se sabía lo que le podía pasar a los apropiadores”.

“Manuel (Gonçalves) se le había acercado a Cata en el profesorado para darle material para despertarla: denuncias anónimas, un mapa que mostraba lo cerca que estaba el hospital central de la casa y lo lejos que estaba Campo de Mayo, donde nació, y una fotocopia de una partida de nacimiento que decía como fecha de nacimiento el 11 de agosto”.

“La conocí con una identidad falsa y después todo lo que pasó fue un proceso duro. Es inimaginable lo que le pasó, es difícil. Sin embargo, yo empecé a ver un poco más de luz en ella. Cuando vio por primera vez una foto en la que se vio parecida le cambio la cara... Conocer la gran familia que es Abuelas de Plaza de Mayo, conocer a todos los nietos… Yo los veo cuando se juntan periódicamente, que se conocen desde siempre y se acompañan y tienen sus buenos días y malos, y siempre se encontraron. Y saber que siempre la buscaron”.

“Para mí, mi mujer es una leona y espero que sirva de ejemplo para que otros se animen. Me saco el sombrero”.

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